De tumbas y marionetas

escribe Laura Desmery▹
Nuestra inigualable experta mueve los hilos en la historia de las marionetas.


Hay veces en que la historia de un hombre no es sólo lo que hace y cómo lo hace. En ocasiones, detrás de una historia se encuentran muchas otras encadenadas: historias de cantidades de hombres que, con tanto de todo, parece casi lógico que se relacionen. Con cientos de años de distancia, parece haber dos formas en que las personas se relacionan: la genética y sus pasiones. Desde los primeros hombres que se pintaban de perfil en triángulos de piedra, recorriendo vastos territorios y haciendo tradición en algunos pocos, la pasión por la marioneta y el teatro de objetos dio interminables vueltas y cobró vida en cada lugar.
Como siempre, todo empieza con una pregunta: ¿quién fue primero? La marioneta más antigua fue hallada en una tumba del Antiguo Egipto, hecha de marfil, con articulaciones y agujeritos en las extremidades, representando a la Diosa Isis, reina de todos los dioses. En Grecia, antiguos textos mencionan unos objetos con características casi idénticas, y se han encontrado marionetas aunque nunca tan antiguas. Los chinos también entran en esta discusión, como era de esperarse, ya que antaño desarrollaron el teatro de sombras y hay quien dice que utilizaron marionetas en distintas representaciones.
A través de los años, el arte de las marionetas y el oficio de titiritero viajaron junto con los teatros ambulantes. En Francia, Italia y Austria la técnica se popularizó ampliamente, y de a poco se desarrolló un sistema que permitía que cada artista pudiera manipular más de un muñeco a la vez. Si bien no mantuvieron la tradición de la marioneta hasta nuestros días, los rastros de esta antigua pasión se aprecian en sus coloridos carnavales. Hoy en día este arte, que indudablemente ha alcanzado proporciones mundiales, ha sido rebautizado por algunos “animación en vivo”, un concepto que por entonces no existía y que abarca obras de títeres, marionetas y teatro de sombras. Es que, en definitiva, el trabajo de un titiritero consiste en darle vida a un muñeco, y a pesar del ensayo, cada función es única e irrepetible; el artista tiene la chance de improvisar y jugar con el público, una cualidad singular de esta práctica.
En los albores del siglo XX, los habitantes de un olvidado país europeo pusieron la atención sobre estas personitas y animales de madera con vida propia: los checos recrearon por completo los teatros ambulantes de marionetas e hicieron de ellos una profesión. Fue entonces cuando un hombre llamado Josef Spuka decidió subir la apuesta. Muchas veces, este tipo de actos requieren movimientos exagerados y estrictamente corporales para compensar la falta de expresividad en las caras de los muñecos. Para Josef eso no era suficiente: quiso darle más emoción a sus historias, más profundidad a sus personajes, y lo consiguió, tras años de prueba y error, usando cabezas intercambiables para acentuar el ánimo del personaje en cada escena. Fue más allá: sus pequeñas obras, que excedían al público infantil, abundaban en guiños y referencias a cuestiones políticas de la época, usando la sátira como el factor principal de la comedia. Con lo que ganaba pudo instalar un pequeño teatro en las calles de Praga, donde su fama fue creciendo hasta ser el más reconocido titiritero. Se dice que se levantaba temprano todas las mañanas para comprar el diario, lo leía con el desayuno y a la noche presentaba una obra burlándose de las noticias del día.
Los conocimientos vuelan de boca en boca y de mano en mano, y Josef Spuka tuvo sus discípulos. En este caso, el afortunado alumno predilecto se llamaba Jiri Trnka, quien como todo gran aprendiz tenía sus propias aspiraciones. Luego de finalizar sus estudios en la Escuela de Artes Aplicadas de Praga, el joven Trnka inició su carrera como ilustrador de cuentos infantiles. Entre los más de ciento treinta libros en los que trabajó se encuentran muchos de los cuentos de los hermanos Grimm y varios relatos tradicionales checos. En conjunto con su maestro, editaron la serie de libros de las aventuras del Oso Micha (Misa Kulicka) que se convertirían en clásicos de Checoslovaquia: Josef Spuka escribía y Jiri Trnka ilustraba. Alrededor del año 1945, con su carrera armada y andando, decidió dar un paso más y comenzó a producir cortometrajes animados, no como animador sino como guionista y director. Sus primeros films fueron realizados con la técnica de animación tradicional; luego experimentó con las sombras chinescas (al igual que la queridísima Lotte Reiniger en Alemania); luego, tras una larga búsqueda, dio con el stop motion, técnica que haría propia. En veinte años estrenó diecisiete cortometrajes y seis largometrajes.
Llegado este punto, se puede hacer un alto en la historia para hablar de George Pal, un contemporáneo de nuestros protagonistas. Fue un animador húngaro radicado en Alemania, famoso por su sistema de animación a través de muñecos con cabezas intercambiables que es fundamental en las grandes producciones de stop motion hasta nuestros días. Su estructura básica es, en esencia, muy similar a la de las marionetas de Spuka, exceptuando un mecanismo que le permitía al personaje realizar movimientos faciales precisos. Cuando se avecinaba la Segunda Guerra Mundial, Pal se exilió en Estados Unidos, donde le fue prácticamente imposible continuar sus producciones sin propaganda. Así de complejo fue para todos los animadores y productores cinematográficos: durante los últimos años de la guerra era obligatoria la inclusión de una “V” al final de los cortometrajes, simbolizando el apoyo a las fuerzas bélicas. En uno de sus films más conocidos, titulado Tulips Shall Grow (1942), un ejército arremete sin razón aparente contra dos personajes que viven en un molino. Hay varias cosas interesantes de remarcar de este film. Un pato curiosamente simpático —y extrañamente familiar— sigue al ejército con pasos seguros. Durante esos años, el gobierno estadounidense dio fuertes subsidios a las productoras para realizar material audiovisual apoyando la guerra. Dos de las productoras más grandes de la animación cayeron en ese juego: un pato por dos es referencia suficiente. Quizá lo más llamativo de esta producción sea cómo aparece la “V”, con un suspenso y con un planteo compositivo insólito. Sólo una toma, eso es todo lo que él necesitó para dejar su opinión muy clara.

Tulips Shall Grow - George Pal


Del otro lado del mundo, Jiri Trnka también luchaba contra los medios hegemónicos: dedicó los últimos veinte años de su carrera a formar un estilo en sus cortometrajes críticos. Su último corto, Ruka (La mano) estrenado en 1965, fue uno de los films más polémicos de la época en Checoslovaquia. En primer lugar y a simple vista, su estética da un giro radical en cuanto a iluminación y narrativa. Además, logra combinar de manera fluida y funcional una mano real con un personaje animado. Y por último, la historia del corto es en sí muy fuerte y directa: hasta el día de hoy se lo toma como referencia audiovisual a las críticas políticas en general, y en contra del comunismo checo en particular. Lo notable, sin embargo, es todo lo que sucede después.
Al momento de su estreno el cortometraje estuvo muy cerca de ser censurado, pero con la insistencia de Jiri Trnka en declarar que no había ninguna vinculación posible con la situación política del país, el autor y su obra recorrieron los más reputados festivales y se editaron varias copias. En el año 1969 Jiri Trnka muere por un problema en el corazón y el Estado le organiza un funeral, en el cual le otorgan honores post mortem al animador y proyectan La mano para hacerle un homenaje. Cuatro meses después y sin un motivo explicitado el cortometraje es censurado y se confiscan todas las copias. Si eso no es ironía pura, sólo queda mirar el film de principio a fin.

Ruka - Jiri Trnka


En el año 1989, tras la caída del muro, La mano vuelve a circular por el mercado. Jiri Trnka, sin lugar a duda, se ha convertido en su propio personaje. Es escalofriante lo similar de sus historias. Algunos lo llaman el Walt Disney del Este y otros dicen que anticipó la primavera de Praga; lo único certero es que este gran director y guionista tenía algo que decir y tenía claro cómo hacerlo. La mística sólo lo enaltece.

Ilustración por Julián Rodríguez F.Julio 2014