Tres para El Pez #12: Camilo

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Tres obras de repertorio no guitarrístico por Camilo.


No hay muchas dudas al respecto: Argentina es un país con una profunda tradición de guitarristas. En todos los estilos y ámbitos podemos encontrar referentes de nuestra tierra que vale la pena revisar, tanto por la cercanía geográfica que nos conecta necesariamente con ellos y con su obra como también por su aporte técnico y artístico, que en la mayoría de los casos trasciende las particularidades de los géneros.
En ese contexto aparece Camilo, guitarrista y compositor porteño que lleva en su currículum varios años de trabajo con el instrumento en el campo de la música escrita y múltiples premios y menciones a su nombre en sus dos labores creativas. Tiene dos discos editados: En 2010 presentó la obra integral para guitarra sola del compositor brasileño Heitor Villa-Lobos y, el año pasado, Molto legato que repasa varias obras clave del repertorio específico del instrumento como Asturias de Isaac Albéniz o Recuerdos de la Alhambra de Francisco Tárrega, de esas tan ‘clásicas’ que todos escuchamos una u otra vez, no necesariamente en contexto de concierto. Actualmente se encuentra preparando un tercer álbum con obras de su autoría y desarrolla a su vez actividad docente en dos puntos clave para la formación de nuevos músicos en nuestra ciudad: el Departamento de Artes Musicales de la Universidad Nacional de las Artes y en el Conservatorio Superior “Manuel de Falla”.
Fuera de los rasgos descriptivos ‘formales’, Camilo es un músico que tiene, como valor fundamental, la capacidad de lograr expresar su singularidad desde la guitarra, presentando tanto repertorio propio como ajeno de disímiles estéticas con un nivel de compromiso y entrega imposibles de dejar pasar. Ante una persona de tales inquietudes (literales: su canal de Youtube está en constante actualización) surgen por supuesto preguntas y en este caso aprovechamos la oportunidad para pedirle que nos recomiende tres obras de música escrita que no sean de repertorio guitarrístico (¡el mundo no gira alrededor de un pedazo de madera!) e indagar acerca de un oficio del que quizás muchas veces, tanto los profesionales como los aficionados, desconocemos las minucias.
¡Gracias, Camilo!


:: TRES OBRAS DE REPERTORIO NO GUITARRÍSTICO

1. Cantata N° 147 de Bach
2. Concierto N° 5 para piano, “Emperador”, de Beethoven
3. Sinfonía N° 1 de Schnittke

La Cantata N° 147 de Bach por haber sido lo primero que toqué de él, en una transcripción para guitarra, el Concierto N° 5 para piano, “Emperador”, de Beethoven porque lo escuché mucho en la época de la secundaria y la Sinfonía N° 1 de Schnittke[1] por su originalidad, fusión de diversos estilos musicales y riqueza artística.

¿Cómo se desarrolla una disciplina de estudio a la hora de formarse como intérprete? ¿Cuáles son las dificultades? ¿Cómo se hace para mantener la motivación?
Creo que para un músico lo más importante es mantener una rutina de estudio. Por supuesto que esto es sólo el medio, no un fin en sí mismo. El objetivo es dar conciertos, grabar, etcétera. Pero nada de esto es posible si no se estudia en forma sistemática durante muchos y muchos años. No sirve de nada practicar varias horas un día si al otro día no se estudia nada. Claro que también es necesario descansar, recrearse con hobbies y todas esas cosas.
Las dificultades que aparecen a lo largo de la carrera son múltiples. Cuando somos chicos no hay demasiados obstáculos para tocar o estudiar en el Conservatorio. Al terminar la escuela aparecen diversos problemas. La mirada social es muchas veces uno de ellos. A la hora de elegir una carrera para muchos el hecho de estudiar “sólo” música les sabe a poco. Temen no tener trabajo, entonces hacen dos carreras y mientras tanto trabajan de otra cosa. Creo que la música como profesión es una actividad de tiempo completo, porque no sólo el tiempo es necesario, sino también la energía. La práctica constante hace que cada músculo y red neurológica se adapte perfectamente para realizar una tarea específica que en nuestro caso es tocar un instrumento. Estoy convencido de que si uno se pone como objetivo estudiar y ser bueno en lo que hace va a lograr vivir de la música, al igual que con cualquier otra disciplina. Las opciones no son muchas pero existen: la más estable es dar clases, pero también hay otras directamente de ejecución, en nuestro país lamentablemente muy limitadas a la música de cámara con repertorio más popular. Generalmente cuando se duda en concentrar todas las energías en la actividad musical es porque falta vocación. También es válido hacerlo como actividad secundaria o complementaria, pero en ese caso es clave saber de antemano que así será más mucho más difícil lograr vivir de la música.
Creo que para mantener la motivación son importantes básicamente dos cosas: Primero, tener objetivos claros, a corto, mediano y largo plazo. A corto plazo podría ser leer una obra o movimiento en un día. Mediano podría referirse a practicar para un examen o concierto y, a largo plazo, terminar la carrera en el Conservatorio o grabar un disco. La otra cuestión importante es no perder la frescura cuando se toca o estudia. Las crecientes exigencias van generando tensión física y mental: tratar de tocar sin errores, rápido, piezas difíciles, con buen sonido, presentarse a concursos… Todo eso es necesario como profesional, pero al mismo tiempo no hay que olvidar nuestros comienzos. Todos los días volver a ser un poco ese chico que se enamoró del sonido de la guitarra, de los primeros sueños con la música, de aquella época en la que tocar una cuerda al aire o un acorde era toda una hazaña. La memoria emotiva de esas sensaciones es estimulante y sirve como base para construir nuestro futuro. Todavía recuerdo con alegría cuando entré al Conservatorio. Había que aprobar el examen de Guitarra y el de Audioperceptiva. En Guitarra suponía que aprobaría porque me había preparado en el mismo Conservatorio con una de las profesoras que iba a evaluar y sabía con precisión lo que tenía que estudiar. Pero en Audioperceptiva no había curso de ingreso y todo era más incierto. Luego del examen teníamos que llamar por teléfono a la profesora para que nos dijera personalmente a cada uno si habíamos aprobado o no. Cuando me dijo que había entrado corté y empecé a saltar y festejar. Esa alegría fue incluso más grande que la de terminar la carrera.

¿Qué elementos se ponen en juego a la hora de generar identidad en la interpretación de una obra ajena? ¿Cómo encarás vos ese proceso?
Siempre se dice que un buen intérprete tiene que saber poner en sonido lo que el compositor plasmó en la partitura. Hay estilos que dan mayor libertad que otros al intérprete. Muchas veces en la música contemporánea se encuentran especificados todos los parámetros (salvo en obras aleatorias), en ese caso no hay demasiada libertad en la ejecución. La música antigua es a veces más libre. Me parece que lo importante es el conocimiento de cada estilo, período musical y compositor. Por ejemplo: En una obra de Tárrega (N. del E.: compositor español del período romántico) se sabe que hay que tocar rubato y vibrato. Cuánto y en qué lugares es lo que da la identidad a cada intérprete. De la misma manera se puede variar el arpegiado o no de acordes, la velocidad de arpegiado de cada acorde, la elección de los tempi, etc. Como se ve, son diferencias muy sutiles si se las compara, por ejemplo, con la improvisación en el jazz.

¿Tenés referentes directos para tu actividad como músico?
Sí, creo que en nuestros comienzos todos tenemos grandes ídolos a los que queremos copiar. Después vamos tratando de “despegarnos” un poco para poder encontrar nuestra identidad como músicos. Como todos, admiro muchísimo a Bach, a Beethoven y a muchos compositores de nuestro siglo como Schnittke y Luciano Berio[2]. Guitarristas que me gustan mucho son Julian Bream, David Russell y Marcin Dylla.

¿Cómo conviven, en tu caso, los roles de intérprete y de compositor en el día a día?
Bueno, en realidad me dedico mucho más a la guitarra que a la composición. No es que me guste más una de las dos, pero se fue dando así. Cuando se hacen dos cosas hay que darle prioridad a una y la elegida en un principio fue la guitarra porque creo que a componer se puede empezar un poco más de grande, a diferencia del estudio de un instrumento.
La hoja en blanco me produce una adrenalina y un desafío increíbles. Pero la verdad es que todo lo metódico que soy y fui para estudiar guitarra no lo fui en la  composición. En el Conservatorio estudié con Fernando Maglia y ahora lo sigo haciendo cada tanto en forma particular, llevándole mis obras. La carrera de Guitarra tiene muchas materias en común con la de Composición y sólo cursé algunas materias de esta última especialidad. Ahora soy más bien autodidacta, pero me gustaría hacer cursos cortos. Sueño con escribir algún día para orquesta o ensambles grandes, pero hay que estudiar y analizar mucho todavía.

En tu actividad como compositor, ¿de dónde aparecen las primeras ideas para una obra?
Muchas veces las primeras ideas o “células germinales” de la obra nacen como algo intuitivo, algo nuevo que nació “tocando”. Luego trato de no tocarlo más, de escribirlo y analizarlo para poder continuar el discurso en el papel. Cuando uno compone con el instrumento en la mano corre el riesgo de caer en recursos mecánicos, como la memoria muscular o “el oído”. Una vez que nació la primera impronta musical es mejor imaginar el desarrollo que escucharlo. Otras veces las ideas pasan más por elementos extra musicales. Puede haber previamente un texto, un estímulo descriptivo.
De la música contemporánea me gustan mucho algunos compositores. Pero creo que una obra no tiene valor artístico cuando el procedimiento es más valioso que el resultado. Por más que se la quiera vincular con la ciencia, la música es arte, es un lenguaje y los procedimientos son sólo eso, un medio, no un fin es sí mismo.

¿Por qué apostar también a los medios digitales —en este caso Youtube— para difundir tu obra?
Internet es una herramienta valiosísima para nuestra actividad. No sólo las páginas de videos, sino las redes sociales como medio para estar en contacto con otros músicos e intercambiar ideas o partituras. Particularmente Youtube sirve para difundir nuestro trabajo, mostrar nuestro punto de vista interpretando obras clásicas o aportando obras nuevas. Al mismo tiempo poder escuchar a músicos que están del otro lado del planeta y aprender de clases magistrales.
Los conciertos en cierta forma son efímeros, volátiles y una vez terminados existen sólo en la memoria. El hecho de poder registrarlos en audio y video cambia el paradigma, poniéndolo al nivel de, por ejemplo, un cuadro. La música deja de ser un arte meramente temporal. En mi caso, eso me da tranquilidad. Todo el esfuerzo de estudiar y mantener un repertorio queda registrado. Los videos son material de estudio para cambiar y mejorar distintos aspectos de la interpretación en vivo, desde la parte musical hasta el lenguaje corporal. Sirve para tener una visión más objetiva de las actuaciones, ver a uno mismo como si se tratara de otro intérprete. Cuando se sube un video a la red queda como una foto de ese momento y se comparte con mucha gente de otras partes del mundo.
Por otro lado, creo que este fenómeno no sustituye la escucha de música en vivo, simplemente es un nuevo aporte.

A partir de tus experiencias como docente, ¿cómo ves venir a las nuevas generaciones de músicos? ¿Qué diferencias podés encontrar con tu formación?
Cuando empecé a estudiar música, allá por 1995 existía internet pero era muy rústico. No había videos, ni se conseguían partituras… Así mismo, me comentó una vez Graciela Pomponio [3] que en su época tenían que pasar a mano las pocas partituras que estudiarían durante el año ya que no había fotocopiadoras. Ahora es todo lo contrario: miles de sitios de videos de conciertos, clases, tutoriales de todo tipo, partituras, información, biografía de compositores, métodos… Internet es como el oráculo, todo lo sabe. Hay que saber elegir, a veces no todos son datos certeros.
Respecto a los alumnos, en general, creo que muchas veces les falta vocación, o tiempo, no sé, pero no hay muchos que se consagren por completo a la música. Algunos tienen muchas actividades o trabajan extensas jornadas de otra cosa y les resulta muy difícil invertir todas las horas que necesita nuestro instrumento. Creo que esto sucede muchas veces por que comienzan desde grandes y ya no tienen tiempo para adaptar su vida a la música y poder elegir trabajos dentro nuestro campo. Si bien también es cierto que no hay muchos estímulos externos siendo músico clásico, uno puede inventárselos. Por supuesto que también hay algunos con mucha capacidad y muy dedicados, pero sería bueno que hubiera muchos más. Hay que seguir trabajando para eso: lograr estimularlos para que contemos con más y mejores músicos.





[1] Sobre el compositor ruso Alfred Schnittke (1934—1998) recomendamos este artículo del diario The Guardian (disculpen el inglés).
[2] Compositor italiano (1925—2003), figura fundamental en  la música de siglo XX (otra vez The Guardian, otra vez disculpas).
[3] Guitarrista y docente Argentina. En GuitarrasWeb, una breve reseña sobre su trabajo junto a Jorge Martínez Zárate.

Fotografía por Paula SobralMayo/Junio 2015