Tener perro #2: Rumba en sociedad

escribe Matías Rodríguez F.▹
Mati y Rumba buscan amigos, sea bueno y acérquese, si los ve deambulando por Villa Urquiza. El tip: cómo aprender a caminar con correa.


Nunca hablé tanto con mis  vecinos como desde que tengo un perro. Una vez que Rumba cumplió los tres meses y medio, y el veterinario dejó que saliera a pasear, empecé a conocer más el barrio. Sobre todo a los animales y sus dueños: el labrador de la vuelta que va con un pibe joven, la chica del caniche blanco que vive cerca de la plaza, el negro juguetón que se llama Atento —¡gran nombre!— y el cachorro café con leche, Tyrion, que aunque no sea enano lleva el mote de un personaje de la serie Game of Thrones.

—¿Cuánto tiene, se nota que es cachorra?
—Recién cumplió los cuatro meses, es hembra.
—¡Ja, ja! Cómo se ve que recién está empezando a salir, anda toda distraída.
—Sí, ¿y el tuyo cómo se llama?

Hasta el más monosilábico interlocutor tiene este tipo de conversaciones en la calle. Se repiten una y otra vez. El público va cambiando, pero le aseguro, señor lector, que, si usted tiene un perro, empieza a interactuar más con todo y con todos. Es algo bueno, de algún modo. Como consecuencia de ello, incluso, uno camina muchísimo más por la zona de su casa que si no tuviera una mascota. Es notable.
La placita del barrio es el epicentro de las conversaciones caninas. Rumba ya hizo, en un par de meses, varios amigos con los que corretea y se cansa. Siempre es bueno que gaste energía, baja su ansiedad y, además, se divierte. A la par de la persecución mutua que se da entre los animales por el parque, juego en el que ninguno gana pero tampoco se rinde, los dueños se van conociendo. Y claro, todas las charlas giran en torno a la misma temática. Que cómo se porta, que si rompe mucho, que si te hace caso. Así como el ascensor tiene charlas y tópicos establecidos, lo mismo ocurre con los perros. La diferencia, quizá, es que como uno está más tiempo en esos lugares el conocimiento se profundiza. Creo que uno debe aprovechar estos momentos. Si nuestros amigos en casa nos conectan con nuevas personas afuera, será otra razón para tener una mascota.

EL TIP

Rumba ya tiene casi ocho meses. Aprender a andar con correa fue todo un desafío. Sepa usted que es un trabajo arduo, en donde el animal debe aprender principios básicos de convivencia callejera. En el caso de mi perrita: no saltarle encima a extraños, no comer cosas del piso, no tirar de la correa, no corretear palomas. El imperio del No.
“Quieto” y “Vamos” son las dos órdenes fundamentales para la vía pública. Llega con su perro a la esquina y se para, “¡quieto!”; nadie se mueve. Semáforo en rojo. Cruza. “¡Vamos!”, y sigue. Paciencia, al principio tardan en aprender la orden, luego funciona. Utilícela también cuando tire mucho de su correa.



Fotografía por Matías Rodríguez F.Mayo/Junio 2015