Argenzuela

escriben Urco y Federico Dalmazzo▹
La brigada Eva Perón ejerce su militancia internacional y latinoamericanista en forma efectiva hace ya tres años. ¿Qué desafíos presenta un trabajo capaz de discutir con dos sociedades diferentes la importancia de acompañar los procesos de organización popular?


Las distintas regresiones progresistas de América Latina en los países integrantes del bloque latinoamericano —en oposición al bloque ‘pacífico’ en alianza directa y explícita con Estados Unidos— aumentan el desafío de los procesos revolucionarios y populares de Venezuela, Bolivia y también Ecuador. El nuevo plan económico de Dilma, la asunción de Tabaré en Uruguay y la continuidad del proyecto en Daniel Scioli ponen en jaque los avances en la unidad latinoamericana logradas con la UNSAUR, el ALBA, la CELAC y el rechazo al ALCA.
Sin embargo Venezuela, el país que nos compete en este artículo, ha logrado mantenerse en pie pese a los distintos avances de la derecha en nuestro continente, y también ha logrado hacerle frente a los ataques mediáticos y económicos del llamado eje del mal que componen Bogotá, Madrid y Miami. ¿Cuáles son los factores que han permitido que la revolución siga en marcha? Los partidarios de la derecha y algunas izquierdas han encontrado su respuesta en un sistema que caracterizan respectivamente como “demagogo y populista” y “bonapartista”. Encontramos en estas consideraciones una fuerte imposición mediática, donde confluyen los intereses del imperialismo en Latinoamérica y las perspectivas monistas de una izquierda que no ve más allá de su propio cuerpo teórico. En esta ocasión, desde El Pez nos acercamos a los hechos desde la mirada de sus propios actores para incorporar al debate una mirada crítica y contundente de dos militantes de la izquierda popular. Desde el movimiento popular Patria Grande, Manuel Martínez y Micaela Ryan nos acercan una mirada de dos militantes desde el interior de la revolución bolivariana comentando los avances, desafíos y proyectos de este singular proceso latinoamericano.

¿En qué momento estuvieron por allá?
Micaela: Yo fui en septiembre del 2012, ahora se van a cumplir 3 años.

¿Cómo es el sistema de las brigadas de ayuda? ¿Cómo surgieron?
Micaela: La brigada Eva Perón es una brigada internacional de solidaridad con el pueblo y con la revolución bolivariana. La armamos en enero del 2013, es decir que es preexistente a Patria Grande y se integra a este partido posteriormente. Nace, en ese momento, como parte del Frente Darío Santillán (FDS) y el grupo de compañeros que llevamos adelante esa brigada formamos parte de Patria Grande.
Entre sus objetivos, la brigada se propone recuperar el sentido del internacionalismo, adaptarlo y construirlo a partir de nuestra militancia. Concretamente en Venezuela, podemos hablar de tres grandes objetivos estratégicos. Uno que tiene que ver con la necesidad de integración de los pueblos. Estamos en un proceso bastante importante donde algunos gobiernos han planteado la integración regional rompiendo un poco con esas relaciones más unilaterales que existían con el imperio: es necesario plantear una integración que contemple la independencia.  Sin embargo, este es un proceso que tiene muchos años de acumulación, avances y resistencias. Y la brigada pretende aportar en ese sentido a la integración solidaria entre organizaciones del campo popular del continente, en particular de la revolución bolivariana y de Venezuela con Argentina. El segundo gran objetivo tiene que ver con la formación concreta de los militantes y las militantes que llevamos adelante la brigada. La organización apuesta a una formación sobre el proceso revolucionario y lograr trasladar los debates más ricos y los más profundos que, obviamente, sabemos que no aparecen en los medios. La etapa de guerra en la que nos encontramos en este momento tiene desarrollada completamente su parte comunicacional como punta de lanza y Argentina no escapa a ese esquema. En este proceso formativo, la brigada pretende nutrir a los compañeros y las organizaciones que colaboran con ella de la participación popular que allá existe. Como último punto, desde una posición un poco más humilde, el aporte que nosotros podemos hacer a ese proceso revolucionario.
En términos de militancia, actualmente somos una brigada mayormente compuesta por mujeres y somos seis compañeras y compañeros en total. Nosotros apuntamos al trabajo internacionalista, y trabajamos junto con otras brigadas en un período de un año a dos años. Menos de ese tiempo es muy poco para los objetivos que nos planteamos a través de nuestra brigada.

Vos entonces fuiste de la primera camada de la brigada Eva Perón.
Micaela: Sí, nosotros la armamos. En el año 2012, cuando fueron las elecciones de Chávez el 7 de octubre y todavía no éramos Patria Grande, las organizaciones que veníamos pensando este proyecto armamos una brigada para las elecciones, brigada que se llamó Che Guevara. En ese momento participamos el FDS, Juventud Rebelde y Socialismo Libertario. Ese fue como el anticipo internacionalista de lo que después fue la Eva Perón. De esa experiencia nos quedó la sensación de lo importante que sería sostener ese trabajo de forma permanente. Así formamos un grupo de dos compañeras y dos compañeros, con el objetivo de trabajar la comunicación popular y la articulación con las organizaciones que forman parte de ALBA Movimientos (o Movimientos Sociales hacia el ALBA). Articulamos trabajo con diversas organizaciones con las cuales ya veníamos trabajando hace tiempo como el Frente Campesino Ezequiel Zamora (hoy es la Corriente Revolucionaria Bolivar y Zamora), el Movimiento de Pobladores y Pobladoras, el ANMCLA (Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos) y algunas más que fuimos conociendo en el camino. Lo que logramos hacer después del trabajo entre todos los compañeros fue armar un convenio de trabajo con el Ministerio de las Comunas que es donde hoy trabajamos y a partir del cual nosotros recibimos un salario por nuestro trabajo. Este proyecto internacionalista no está financiado por ninguna ONG ni el Estado argentino ni mucho menos, sino que es parte del modelo autogestionario que nosotros buscamos desarrollar en la Argentina y pensar al internacionalismo desde ese lugar.

Uno de los motivos por los cuales decidimos armar estas entrevistas fue la cuestión comunicacional y mediática, tanto en Argentina como a nivel Latinoamericano. ¿Qué imagen habías podido formar sobre Venezuela en nuestro país y qué pasó cuando llegaste?
Micaela: Esto que me preguntás es algo que conversamos mucho entre los compas porque nosotros desde acá defendemos al chavismo, a la revolución bolivariana y reivindicamos la figura de lo que fue y lo que es Chávez. Sin embargo, aún desde este lado el nivel de desinformación y el impacto de la matriz comunicacional es algo que nos impactó mucho cuando llegamos a Venezuela, con sólo estar unos pocos días. Es inevitable para nosotros estar allá y no pensar en Argentina, todo lo que hacemos está comparado y pensado desde ese lugar. Y la Argentina tiene muchas particularidades, además de una hegemonía mediática muy densa. A nosotros, como argentinos y argentinas, a veces nos cuesta entender las realidades que están apenas del otro lado de la frontera. Hay todo un proceso de desculturalización y deslatinoamericanización que nosotros tratamos de reconstruir. Chávez ha sido estigmatizado por nosotros mismos, un poco por lo que vivimos con las dictaduras militares que fueron muy fuertes en este país. Donde las Fuerzas Armadas son propiedad privada de la oligarquía y el cipayismo, es imposible pensar que puede haber un militar que esté llevando adelante un proceso revolucionario socialista. Sin embargo, a nosotros con dos semanas de estar ahí ya nos tocaba sentarnos a hablar con militares venezolanos sobre el Che Guevara, en oficinas donde estaban  las diez tesis de guerra de Mao Tse Tung. Cosa que jamás había hecho acá en Argentina.

¿Cómo pensás que tratan los medios argentinos la situación venezolana?
Micaela: Yo en este sentido me arriesgo a decir que hay una invisibilización que no es sólo de los medios de derecha. Tiene que ver con un proyecto político que hay en este país que, si bien tiene una política internacional muy importante (por la integración latinoamericana), busca paralelizar el proceso del kirchnerismo con el del chavismo cuando en realidad son procesos que tienen muchos puntos esenciales diferentes en su conformación, y en algunos casos hasta antagónicos. La recuperación de la soberanía nacional en Venezuela es una cuestión muy integral y profunda que tiene que ver con la nacionalización entera de todos los recursos que inciden en los derechos sociales y económicos de la nación. En Venezuela no se habla de inclusión como sucede acá, sino que hablan directamente de igualdad. Son palabras que marcan diferencias a la hora de pensar un proyecto político. Por otro lado, me parece que otra diferencia importante es la cuestión de la participación popular, que en Venezuela es una forma de gobierno. Hay una reforma constitucional, que es la primera medida que impulsaron en 1999, donde se erradica la figura de la democracia representativa y en su lugar se instala la democracia participativa y protagónica a partir de la cual surgen entre otras cosas la Ley de Comunas. Ahora se está viviendo la expresión de todo este proceso, luego de quince años. Pero que tuvo muchas fases, desde los comités de tierras, los comités de agua, que son las primeras herramientas que el pueblo utiliza para organizarse —con el acompañamiento del gobierno, pero con mano propia fundamentalmente. Luego se formaron los consejos comunales y las comunas. Hoy por hoy, a partir de la constitución de los consejos de gobierno el poder popular y las instancias de co-gobierno entre el pueblo organizado y el presidente al que le toca encabezar ese Estado, podemos empezar a hablar de que estamos en proceso de construcción de un Estado Comunal. El gran desafío, y tal vez el último legado que nos dejó el Comandante Chávez como proyecto hacia futuro es la eliminación del Estado burgués liberal y la construcción de un nuevo Estado.


Ahora que lo decís, recuerdo que en uno de los últimos discursos importantes de Chávez presionaba a los ministros para terminar de impulsar la ley de comunas.
Micaela: Exacto, eso se conoce como el “golpe de timón”. Fue el 20 de octubre de 2012. Fue su primera reunión de ministros después de haber logrado el triunfo de la victoria perfecta o la campaña de Carabobo[1], que es algo que como militantes nos ha marcado mucho.

Fueron bastante agitados los años que pasaste en Venezuela.
Micaela: Sí, la verdad que sí. El otro día hacíamos la cuenta y contamos tres situaciones de golpe de Estado en el tiempo en que estuvimos allá. Volviendo al golpe de timón, es muy importante tenerlo en cuenta porque son los últimos lineamientos del Comandante cuando él sabe que no le queda mucho tiempo de vida. Hoy, en retrospectiva, podemos entender mucho más sus acciones de ese último año y lo definitorio que fue ganar esas elecciones. ¿En qué nos encontraríamos hoy si Venezuela hubiera perdido esas elecciones? Ese golpe de timón es uno de los materiales fundamentales para estudiar dentro del pensamiento chavista, que se encuentra muy desmerecido en nuestro país. Sobre todo desde algunas izquierdas que lo caracterizan como bonapartista o chauvinista, palabras que acá parecen muy normal pero que en el vocabulario popular latinoamericano son bastante teóricas, intelectuales y hasta pequeñoburguesas.
Nosotros entendemos que los compañeros y compañeras que están en esa línea ideológica, están atravesados por la misma matriz informativa que la mayoría de la población y, desde ese lugar entendemos o le quitamos un poco de responsabilidad. Ahora bien, como militantes les volvemos a otorgar esa responsabilidad y se las exigimos. Nos parece grave que desde organizaciones que son de izquierda y revolucionarias se haga una caracterización tan banal. Vemos mucha desinformación y, sobretodo mucha desconexión con la realidad y la militancia venezolana. Nosotros nos reivindicamos como internacionalistas y entendemos que los compañeros también. Esa no es una bandera que tenga que quedarse solamente en la consigna, sino que tiene que llevarse delante de forma permanente con los medios que sean y que tengamos a nuestro alcance. Sólo de esta forma se logra un contacto real con los compañeros y compañeras que están resistiendo permanentemente el ataque brutal del imperialismo y construyendo un modelo profundamente revolucionario. Lo que sucede en Venezuela es una revolución real, muy distinta a lo que pudo haber sucedido acá en Argentina en los momento más álgidos con las vanguardias más iluminadas. Es una revolución con profunda encarnadura popular, no una revolución de cafetín.
Yo creo que si los compañeros quieren ser la primera fuerza de izquierda en nuestro país, deberían pensar con un poco más de humildad los procesos revolucionarios que existen y están en marcha. Hay una concepción muy generalizada en distintos partidos de que el chavismo es solamente el gobierno, cuando el chavismo es a todas luces el pueblo. Hay una reivindicación clasista muy clara, y no existe hoy en día ninguna facción de la clase trabajadora, popular, obrera o cómo se la llame que con esa conciencia se reivindica por fuera del proceso bolivariano. Nos parece grave también que los dirigentes de estos partidos de izquierda se muestren preocupados por la detención de alcaldes o figuras políticas cuando estamos hablando de asesinos y golpistas. Esas son las personas que durante sesenta u ochenta años utilizaron el poder para aniquilar al pueblo venezolano con las armas, el hambre y la exclusión. Esto nos causa mucha alarma, y a la vez nos hace preguntar por qué estos partidos no tienen vínculos con el pueblo venezolano y, a su vez, defienden a los operadores del imperialismo en ese país. Disculpen la franqueza pero yo me tomo esta tarea como una militante chavista.

¿Cómo vivió el pueblo venezolano las elecciones donde gana el presidente Maduro? ¿Cómo vivió esa transición y ese momento de inflexión?
Micaela: Bueno, de los momentos que me tocó vivir allá creo que fue uno de los más duros y difíciles. De hecho, mandaron a la mitad de la brigada de vuelta a Argentina. Nosotros en ese momento teníamos a la mitad de la brigada trabajando en el Ministerio de las Comunas y la otra mitad en un canal de televisión. A los compañeros que trabajaban en el ministerio les dijeron que no podían hacerse cargo de su seguridad. Nosotros tratamos de estirarla, les pedimos que se queden para la campaña. Pero luego de que Maduro gana, le piden a los compañeros que vuelvan a Venezuela y al mes ya estaban rearmando el grupo para venir.
Hay que ser sinceros con lo que sucedió y básicamente hay dos elementos que se conjugan. La figura de Chávez fue tan fuerte que la pérdida física de su presencia generó en el pueblo no sólo dolor y tristeza sino también cierta desconfianza en Maduro. Muchos no sabían si él tenía las características y la templanza para ocupar ese lugar. Maduro no es una persona que venga de las Fuerzas Armadas y, paradójicamente, en Venezuela es algo muy importante. La unidad cívico-militar es la base, lo que permite que esta revolución siga en marcha: es la alianza estratégica en términos nacionales. Nosotros perdimos muchísimos votos ese año concretamente porque la gente no fue a votar. Al día siguiente a las elecciones, vos ibas a los barrios y veías compañeros y compañeras llorando porque no habían ido a votar a causa de la angustia y el dolor que sentían. Fue un error no haber podido convocar ese voto pero también fue un contexto muy difícil.
Por otro lado, la respuesta de la derecha frente a esta situación fue el desconocimiento del triunfo electoral de Maduro y el llamado a la violencia en la calle cuando el pueblo venezolano es extremadamente pacífico. Ellos tienen muy inculcado el sentido de la paz. Es en este sentido que la reacción de la derecha expulsa muchísimo, y es así que hoy en día nos encontramos con una derecha completamente fraccionada porque su estrategia violenta del año pasado fracasó a la hora de sumar gente a la oposición.

¿Qué imagen se tenía de Maduro?
Micaela: Maduro era respetado por su trabajo y su militancia sindical. Él trabajó en el metro de Caracas muchos años y es militante desde los 14 años de la Liga Socialista —el proyecto de Jorge Rodríguez padre. Precisamente en ese momento que se forma Maduro como militante, la situación social en Venezuela era bastante complicada. Hubo seis mil desaparecidos en democracia. El plan Condor tuvo sus adaptaciones en el Pacto de Punto Fijo[2] y Maduro viene de esa resistencia de los setenta y los ochenta. Todo esto terminó de expresarse en el Caracazo, el primer levantamiento popular contra un proyecto liberal que dejó un saldo de tres mil muertos en menos de dos semanas. Y Maduro se acerca a Chávez cuando el Comandante está en la cárcel y, en palabras de él, se transforma inmediatamente en un soldado de Chávez. Formó parte del proceso constituyente, fue electo como constituyente en Caracas y durante seis años fue el ministro de relaciones exteriores del gobierno venezolano en el momento de la construcción e integración latinoamericana. Fue el ministro que gestó el ALBA, que impulsó lo que después fue la UNASUR, la CELAC, PetroCaribe y muchísimas herramientas que han consolidado a Venezuela en un lugar importante hoy por hoy en la reconstrucción de la Patria Grande. También se le reconoce mucho la consecuencia que ha tenido en estos años de gobierno. A partir del gobierno de calle[3], que fue su primera medida de gobierno, y las medidas que tomó contra la guerra económica que se aplicó desde el primer día que él asumió como presidente  logró una legitimidad importante.
Hoy, frente a los ataques directos del imperialismo y una situación muy complicada por la guerra económica que esos actores están llevando a cabo Maduro está no sólo resistiendo sino que logró consolidar su apoyo popular. Frente a una situación de radicalización del proceso, cómo la actual, Maduro ha logrado un arraigo popular muy importante en contraposición con la clase media, que a pesar de haberse consolidado en los últimos años se aleja de la revolución bolivariana. Es la tarea pendiente que tenemos los revolucionarios latinoamericanos, cómo llevar adelante una revolución en los países donde tenemos esas clases medias que el trabajo ideológico y mediático hace que se pongan de la vereda de en frente. En general, son los hijos del pueblo que pudieron ir a la universidad, se formaron como profesionales o pequeños comerciantes que en estos años han logrado establecer su patrimonio. Es decir que han podido acceder a la vivienda, han comprado un coche, han viajado al exterior, ese tipo de patrimonio. Hoy en día, el consumo que es una tangente por sobre la cual ha crecido parte de la revolución bolivariana está muy en cuestionamiento. Ahora se está hablando de una economía planificada y de un modelo económico socialista donde se pone en tela de juicio esa forma de consumir y esto es justamente lo que se está poniendo en jaque con la guerra económica. Ese sector social se ve hoy en día convocado por la derecha o por nada pero sí construye mucha matriz de opinión en la calle y los medios.

¿Es este el gran desafío que debe enfrentar la revolución?
Micaela: Totalmente. Nosotros hablamos de una guerra de cuarta generación, donde hay muchas fases puestas en juego donde la guerra mediática forma parte de esa lucha más profunda que es la guerra económica. Hay una falacia instalada, y esto lo tengo que decir, que dice que la revolución bolivariana no es una revolución armada. Es una revolución que no ha utilizado las armas para llegar al poder, que ha utilizado la vía electoral pero que hoy por hoy sí tiene a las fuerzas armadas, las fuerzas de seguridad y al pueblo organizado como fuerza militar. Entonces no es una dimensión que le sea ajena a la revolución bolivariana. No estamos en una fase activa de eso pero el decreto de Obama y algunas cuestiones que plantearon un potencial escenario de guerra hacen que sea un tema completamente presente, desarrollado y para el cual se está preparado también.


Desde que asumió Maduro, la fase económica es la que ha utilizado la derecha y el imperialismo frente a la imposibilidad de acceder al poder mediante elecciones o la violencia. La guerra económica tiene que ver, en parte, con las deudas propias de la revolución, con lo que no se ha podido avanzar en estos últimos años y que hoy, frente a una agudización en el plano político, muestra sus límites. Al ser un país que se ha basado en exportar petróleo y en comprar lo que necesita para vivir afuera (es decir, no producir), quienes llevan adelante el proceso de abastecimiento del país —los empresarios importadores— tienen muchísimo poder. Este poder lo ejercen sobre el abastecimiento, el consumo, el mercado de divisas y el mercado en general, entonces no se ha avanzado en gran medida sobre ese sector salvo en el rubro alimenticio. Este último rubro está garantizado a través del Plan de Seguridad Alimentaria, mediante el cual hay todo un sistema de abastecimiento  de alimentos manejado por el Estado que hoy funciona. Es decir que hoy se vive una situación de guerra económica pero no una situación de hambre, todo lo contrario. Los alimentos son actualmente de fácil acceso. En la medida que el mercado paralelo de la divisa está controlado por estos sectores, que por ende controlan los precios, y la población posee el dinero para pagar esos precios se genera una inflación permanente. La guerra económica, entonces, sólo puede afectar los productos que no tienen un control estatal, como el rubro farmacéutico y la provisión de insumos para el trabajo. Esto se lleva delante de una manera muy burda, haciendo que la gente se haga cada vez más consciente de la guerra que se está llevando a cabo contra el pueblo y la revolución.
El bloqueo económico, por otro lado, se produce de dos maneras. En primer lugar, los importadores tienen el negocio de conseguir divisas reguladas a bajo precio en el Estado, que al ser el dueño del petróleo controla las divisas. Éstos deberían comprar insumos afuera y venderlos en Venezuela a un precio proporcional a la divisa que compraron. Pero esto no sucede porque, a la vez, manejan el dólar “lechuga” y las casas de cambio que se encuentran en la frontera con Colombia logrando establecer el precio del dólar. Es de esta forma que logran manejar los precios del mercado y el Estado en ese camino regula, pero regula a medias. En el momento de las guarimbas el año pasado, alrededor del 70 % de los productos que entraban a Venezuela salían por la frontera colombiana. Hoy está más regulado pero es un camino difícil porque hay mucha frontera. Cada vez que el Comando Estratégico Operacional actúa en esta zona encuentra galpones llenos de mercadería acaparada. Estos importadores traen todo, cumplen con ingresar al país los productos que venden pero no hacen llegar esa producción al consumo, generando desabastecimiento. La semana pasada se encontraron catorce millones de medicamentos en un galpón. Es necesario entonces un nivel de control muy importante porque ante esta situación de gravedad donde los principales responsables son los empresarios, los reclamos son hacia el Estado, que tiene su grado de responsabilidad pero los causantes son lo que llamamos el “triángulo del mal” (Bogotá, Madrid, Miami). Madrid con mucha influencia mediática sobre la población hispanoparlante ha logrado a través de sus cómplices locales en Latinoamérica como Clarín o O Globo sacar una página por día como hicieron el año pasado en contra de Venezuela, diciendo mentiras y generando una matriz de opinión de rechazo ante la revolución bolivariana.

¿Cuáles serían los puntos fuertes que hacen que pese a la guerra económica la revolución siga en pie?
Micaela: Por un lado, está el grado de conciencia que tiene el pueblo, que es uno de los grandes legados de Chávez. Se ha logrado generar una organización “desde abajo”, desde mercados a cielo abierto o el abastecimiento directo de las comunas sin intermediarios disminuyendo el principal problema que tenemos que son los distribuidores. Venezuela, como todo el resto de los países de Latinoamérica, tenía monopolizado en diez o doce distribuidores toda la producción del país. Entonces se empezó a pensar un sistema económico comunal alternativo en todo lo que es la producción de alimentos. Esto hace que estos productos básicos e infaltables, incluso los que se consiguen en el exterior por el mismo estado venezolano, se compren de forma directa en el país. Para lograr esto se están potenciando las capacidades productivas, que hay muchas en Venezuela. 
En lo que se está trabajando actualmente es en las cifras. Hoy en día sabemos que Venezuela tiene la capacidad para abastecer al país en todo lo que es verduras, frutas, café e insumos alimentarios básicos pero no sabemos cuánto. Se está tratando entonces de detectar y medir cuáles son las potencialidades y, por su puesto, analizar cuál es el camino a seguir.

¿Cómo se está articulando la regulación de la divisa?
Micaela: Hay un dólar que es el dólar subasta al cual la gente puede comprar y, en este sentido, tenemos un acceso a la divisa mucha mayor que en Argentina en condiciones de mucha mayor igualdad. Si bien el que compra dólares es el que tiene más capacidad adquisitiva, en Venezuela existe un sistema más igualitario dado que el cupo para adquirir dólares es el mismo para todos. Es decir que el que tiene una fábrica y produce millones de bolívares tiene el mismo cupo que un trabajador del Estado.

¿Cuál es el rol de las Fuerzas Armadas en Venezuela?
Manuel: Las Fuerzas Armadas tienen una importancia cualitativa en el la revolución bolivariana porque ha habido una reconversión en este campo como en los otros aspectos sociales del país. Hay que recordar los intentos de golpe de Estado, en los cuales se vio implicada cierta parte de las Fuerzas Armadas. En abril del 2002 se vio claramente que había un sector realmente reaccionario dentro de este campo. Luego de este acontecimiento hubo una suerte de depuración y un proceso de reconversión desde el punto de vista ideológico. Se generó en ese momento una ruptura con el pentagonismo y la alianza con los Estados Unidos. Esto tiene su raíz conceptual en el pensamiento de Bolívar, donde la espada tiene que estar al servicio y los intereses del país por encima de cualquier cosa. Hoy en Venezuela las Fuerzas Armadas están completamente politizadas en este sentido. Por otro lado, tienen un componente femenino altísimo, llegando casi hasta el 40% en la oficialidad e incluso en los cargos jerárquicos.  Es decir que cuando hablamos de una unidad cívico-militar, estamos hablando de una unión con ese tipo de Fuerzas Armadas.
Micaela: Hay que tener en cuenta además de dónde sale Chávez, que no sale de un repollo, y viene de todo un proceso. Él se formó en el MBR200 que es la organización que se va formando por dentro de las Fuerzas Armadas recuperando fundamentalmente el legado de Bolivar. Bolivar estaba puesto como una estatua de bronce, tal vez como acá sucede con San Martín, y la tarea que llevó a cabo ese grupo fue recuperar el sentido revolucionario de este prócer. El Caracazo fue determinante a la hora de poner la espada al servicio del pueblo y no al revés. El presidente de ese entonces, Carlos Andrés Pérez, que llevaba en marcha su segundo gobierno, estaba forzando a Fuerzas Armadas a salir a dispararle a la población que estaba en la calle saqueando, reclamando o buscando a sus familiares perdidos. El saldo fueron tres mil muertos en una semana, con ráfagas de fuego disparando edificios —algo que todavía está preservado. Hasta el día de hoy no se han encontrado muchos de los cuerpos e incluso hubo un proceso posterior al Caracazo que fue una epidemia por la cantidad de cadáveres putrefactos que había en las calles. Esto generó mucha conciencia en las Fuerzas Armadas, sobre todo en militares de bajo rango.
Cuando Chávez lleva adelante el levantamiento militar del 4 de febrero de 1992 tenía un grado bastante bajo, y aun así era uno de los oficiales más altos de los que participaron del levantamiento. Entonces también hubo un proceso de lucha de clases en el interior de las Fuerzas Armadas. Esto es una parte fundamental para entender el apoyo de la población a los levantamientos y, posteriormente, al gobierno chavista. Por otro lado, las palabras de Chávez luego de que fracasa el levantamiento generaron una especie de ‘despertar político’ en gran parte de la población. Él asumió la responsabilidad de lo sucedido y remarcó la necesidad de encaminar el rumbo del país en un cambio definitivo. Luego de los dos años de cárcel, no se sabía hacia donde se iba a dirigir el proceso político que se había iniciado. Él no sale de la cárcel pensando en que se va a ir a elecciones, sino que sale con la convicción de “recorrer las catacumbas del pueblo”. Se fue a recorrer todo el país, creo que en un Renault 12, pueblo por pueblo y conoció la realidad de su país —cosa con la que, en realidad, ya estaba familiarizado, debido a que había tenido distintos destinos como militar. Es en ese proceso que él convoca a sus compañeros a participar electoralmente.

Desde muchos sectores de la izquierda nacional se asocia la revolución bolivariana con una especie de régimen demagógico militar-populista. ¿Cómo pensás que se formó esta matriz de opinión?
Manuel: El levantamiento del 4 de febrero de 1992 se produce antes de que en Argentina se cumplieran diez años de democracia y, además, había un sector carapintada de las Fuerzas Armadas que mantenía una posición beligerante. Es por esto que muchos sectores de la izquierda nacional asociaron ambos procesos sin medir matices. Es importante remarcar que no es así. Yo he visto muchas veces a nuestro compañero Itahi Hagman defendiendo a la revolución bolivariana y que lo acusen de defender a un golpista. Nosotros no le tenemos que tener miedo a esa concepción porque lo que pasó ese 4 de febrero no  fue un cuartelazo, sino una insurrección popular con participación popular dentro del ejército: fue el mismo pueblo el que se movilizó.

Posteriormente es justamente desde el gobierno que se acompaña a ese pueblo movilizado hacia un “cambio definitivo” como dijo Chávez.
Manuel: En ese sentido, la compañera Gabriela Montaño dijo algo muy interesante en el Foro por la Emancipación e Igualdad, y creo que justamente por ese motivo fue poco difundida su exposición. Ella toma un elemento clave para entender lo que ocurre en Venezuela y, en parte, en Bolivia. Hay una secuencia en Venezuela que podríamos resumir en Caracazo, el levantamiento del 4 de Febrero, el triunfo electoral de Chávez en 1998 y un cuarto momento clave que es en 1999 con el llamado a la conformación de una nueva Asamblea Constituyente. Esto significa redactar y debatir una nueva legislación con el pueblo venezolano. Chávez asume jurando por una “moribunda constitución”, dando inicio a una nueva concepción sobre las formas de gobierno distintas a la democracia representativa. Esta nueva constitución habilitó la conformación de una nueva institucionalidad popular. Mientras que nuestra constitución establece que nuestra forma de participar es necesariamente a través de nuestros representantes, Venezuela se encaminó hacia el poder popular.
Este es un debate a tener con toda la izquierda local. Yo el otro día fui a un debate en La Matanza con el FIT (Frente de Izquierda y de los Trabajadores) donde ellos hablaban que una revolución sólo es posible con “métodos revolucionarios” o por la “vía revolucionaria”. Pero, ¿cuál es ese camino? ¿La insurrección armada? ¿La guerra de guerrillas? ¿La guerra popular prolongada? ¿Cuál es? No nos dijeron nada porque la izquierda está participando en las elecciones hace treinta años acá en Argentina. Y en este lapso no ha habido ni lucha armada ni preparación para la huelga general  insurreccional. Entonces ellos tienen un problema no resuelto en este sentido. En Venezuela se convirtieron las elecciones y la formación de una nueva constitución como medios revolucionarios. Esto es lo nuevo que está apareciendo en América Latina. Ahora bien, no es que se modifica la constitución en las alturas y de un día para el otro. Se generó previamente una movilización y una concientización popular importantísima, llegando a hacer dos plebiscitos (uno para consultar la necesidad de la reforma y otro para aceptar la reforma constitucional). No sucedió lo mismo en Argentina cuando Menem modificó la constitución en 1994, donde nadie sabe ni lo que se discutió entre nuestros representantes. Entonces, creo yo que esa sucesión de los cuatro momentos que hablé previamente es un hecho revolucionario que debe ser tomado en cuenta por una izquierda popular que busque la transformación en nuestro país.

¿Qué significa para ustedes el Socialismo del siglo XXI?
Micaela: La refundación del Estado y la construcción del poder popular. Hasta ahora los procesos revolucionarios se basaban más en un perfil de vanguardia o un partido de masas que lleva adelante un proceso revolucionario. Definitivamente, el Socialismo de este siglo se basa primero en reconocer aquellos espacios de organización del pueblo que anteceden a cualquier proceso revolucionario. Es decir que los reconoce y construye a partir de esos espacios a la vez que los promueve. Sólo de esta forma se van a poder reconstruir las reivindicaciones propias del pueblo, incorporando sus propios espacios de organización. Esta construcción tiene que permitir ver y legitimar el poder estatal, que es sólo una parte de esa construcción pero a la cual hay que acceder y transformar. Esto implica reconocer la diversidad y construir a partir de ella, desde los movimientos indígenas hasta el movimiento estudiantil. El territorio ya no es pensado en términos de un sector o un sujeto que motorice la organización territorial, sino a partir de la diversidad de los sujetos que viven en esos espacios. Es a partir de la multiplicidad de esos sectores que conforman el territorio que se convoca a la organización, en el caso de Venezuela en comunas.

Inevitablemente llegamos a la sección de “futurología”. ¿Cómo vienen los próximos años en Venezuela?
Micaela: En términos de perspectiva que nosotros tenemos como militantes chavistas, la proyección central está estructurada en el plano de la patria, que es el proyecto que deja Chávez para el 2013-1019. Es en esta etapa en la cual se tiene que radicalizar y consolidar la revolución bolivariana. Sin embargo, nos encontramos en una situación continental que presenta adversidades y condicionamientos políticos. Es decir, la reconversión por derecha que está sucediendo acá en Argentina es la expresión de esto mismo como el tambaleo en las negociaciones de paz en Colombia. Mismo la pérdida de votos del PT en Brasil o el triunfo de Tabaré Vásquez en Uruguay, todo eso pone en jaque al proceso bolivariano. Ni hablar de la apertura comercial de Cuba, que sin embargo pone a ese país en una situación de diálogo más amena con EEUU en comparación con Venezuela. También son negociaciones que van a paso lento, y de hecho ahora están bastante trabadas por el mismo pueblo cubano que tiene desconfianza de la apertura. Raúl Castro afirmó en este sentido que la solidaridad y el apoyo con Venezuela son preexistentes a cualquier tipo de acuerdo con EEUU, dado que un golpe de Estado en la República Bolivariana pondría en jaque a todo el bloque latinoamericano.
Por otro lado, se juntaron recientemente los países que forman parte de la OPEP y pareciera que podría llegar a haber algún cambio en el alza del petróleo, favorable a Venezuela.  Se reconoció que la baja del petróleo no se debe a motivos económicos sino a una estrategia política. Nosotros lo que vemos es que hay que aplicar el método chavista. La forma de proceder de Chávez a las situaciones desfavorables es la profundizando cada vez más la revolución bolivariana hacia la transición al socialismo. Si bien estamos llegando a un período electoral en Venezuela y eso determina el tono con el cual se manejan ciertos mensajes, hay un convencimiento de muchos sectores de que es la hora de profundizar, avanzar y cortar derechos empresariales a manipular el mercado o ciertos rubros. La lucha está también en poder reconocer el avance de las comunas y el poder popular en la materia económica y en introducirnos en un proceso muy fuerte de combate contra la corrupción estatal –que ha bajado muchísimo, pero todavía existe – proveniente de los funcionarios vinculados al sector empresarial. Estos son los elementos que están en la palestra para lograr un escenario de avance. Nosotros somos optimistas porque conociendo más de cerca y hasta afectivamente al pueblo venezolano, entendemos que es la única vía para continuar una situación de paz en el continente. Si el proceso venezolano se ve afectado el pueblo venezolano va a responder, no se va a ir a la casa. Y se va a plantear un escenario de guerra, pero al mismo tiempo sabemos que eso es lo que se busca entonces hay que ser muy cautelosos y seguir construyendo conciencia y claridad sobre los logros obtenidos mediante la profundización de ellos mismos. Para esto, el legado de Chávez es algo que hay que estudiarlo permanentemente y también releer la historia nuestra del continente, analizando nuestros triunfos y fracasos.


 

[1] Se conoce como Batalla de Carabobo o El triunfo de la victoria perfecta a los comicios electorales de Octubre de 2012 donde el PSUV gana 20 de las 23 gobernaciones venezolanas.
[2] El Pacto de Punto Fijo fue un acuerdo firmado en 1958 entre los grandes partidos políticos venezolanos a excepción del Partido Comunista, que fue excluido de dicho acuerdo. Se suponía que el pacto iba a regularizar y estabilizar la vida democrática del país pero en la práctica mantuvo a las Fuerzas Armadas en el escenario político, a los partidos tradicionales en el poder y logró consolidar el sistema liberal capitalista en ese país.
[3] En palabras de Maduro el “gobierno de calle” significa construir: “un sistema de gobierno regionalizado —‘popular’, decía Chávez– yo le puse ‘gobierno de calle’. “Todas son instrucciones y orientaciones dentro de la filosofía de un modelo socialista en el que el poder no sea de élites —ni élites burguesas, ni nuevas élites que se burocratizan o se aburguesan— ¡no! Queremos que el poder esté democratizado, que sea una vacuna contra el burocratismo, contra el aburguesamiento y, además, que nos permita lograr la eficiencia socialista”. Fuente: Le Monde Diplomatique, nº 215, Septiembre de 2013.


Fotografía por Brigada Eva PerónMayo/Junio 2015