Luces locas

escribe Laura Desmery▹
Otros latinoamericanismos: planes para ir al MALBA nunca faltan. El Pez Digital en la exposición Le Parc - Lumière.
Llegar al MALBA suele ser complicado, pero en todas mis experiencias siempre valió la pena. Y esta vez no fue la excepción. El edificio de por sí ya es un emblema de Buenos Aires. Escaleras, rampas, mosaicos y las luces ausentes de un semáforo buchón.
Al entrar, un simpático balcón de madera desentona con la ciudad y, aun así, se encuentra en el lugar perfecto. Dan ganas de entrar y disfrutar las pinturas silvestres que cuelgan de la pared, pero la emoción del momento lleva a subir dos pisos por escalera mecánica (mientras a un costado se puede ver a un sol gigante dividirse en pequeños cuadrados) y entrar a la exposición temporaria: Le Parc - Lumière.

A través de una cortina negra se entra a la muestra. La oscuridad abruma y uno por instinto se dirige a la luz. La primera obra se observa durante un tiempo importante, es una obra impactante y llamativa. El recorrido recién empieza así que uno no está cansado sino emocionado. Además, los ojos tardan unos minutos en acostumbrarse a la luz: al principio apenas si se ve a la persona que se tiene al lado. Técnicamente, la primera instalación es una luz que se proyecta a través de distintos espacios rayados en movimiento sobre paneles de telas casi transparentes. A nivel perceptivo, hay ramas que se elevan y caen constantemente, en una dimensión que posee una gravedad muy extraña. No todas las obras tienen el mismo juego, pero, en esta en particular, así como otras de la exposición, el encanto reside en encontrar el espacio. Desde la silla de un espectador más, ese es el juego de este pez.
Una vez hundido en el mundo de Julio Le Parc es muy difícil salir. La exposición es un viaje en distintas dimensiones y profundidades creadas a partir de la luz. En definitiva… ¿qué sería de un espacio sin luz? Lo que podemos ver es únicamente lo que la luz, reflejada, hace llegar hasta nuestros ojos. Julio Le Parc juega a manipular la luz para crear la ilusión de espacios que no están en el segundo piso del MALBA. A tal punto llega el engaño que algunos espectadores se marean al observar las obras.
Como segunda parte de la muestra hay un interminable juego de luces, texturas y movimiento. Haces de luz se unen en puntos y crean curvas de manera armoniosa e inesperada. Hay muchos juegos en los que participar: en distintas instancias la luz se disfraza de agua, de hojas superpuestas, de atardeceres, de animales y de insectos y hasta algunos espectadores aseguran haber visto objetos tridimensionales.
Al final del recorrido, las paredes del MALBA nos cuentan la historia del artista mendocino y de su proceso artístico que, por ahora, culminó en las obras expuestas. Mirando la línea de tiempo se llega a comprender más la muestra en su totalidad y qué es lo que ve o busca Julio Le Parc. Volver a dar una vuelta e indagar en las obras para encontrar esas características no es un mal ejercicio. Una pista: geometría.

Bajar un piso y recorrer por enésima vez la exposición permanente nunca está de más. Clásicos de Frida Kahlo brillan por su historia mientras humildes y pequeños Le Parc cautivan al espectador atento. En dibujos hipnotizantes de Pettoruti se pueden llegar a encontrar similitudes con las luces en movimiento. No hay que dejar de mencionar los cuadros de Xul Solar, de Berni y un gigantesco Deira que toma una pared entera. El corazón del MALBA. Sino es esta exposición será otra, pero siempre en el mismo nivel. El truco está en jugar y apreciar las obras, buscarle un sentido a toda la muestra. Observar y absorber.

Fotografía por Micaela FerraroOctubre 2014