El género zombie: parte III

escribe Antonio Doval▹ 
Parte III. Completamos la trilogía de los zombis.


Con otra temporada del hit televisivo The Walking Dead detrás, finalmente llegamos, de un salto, al presente. En la primera entrega de este tríptico nos remontamos a lo peor de la era industrial para ser testigos del temeroso ejército de no-muertos controlado por el maestro mago de Béla Lugosi (White Zombie, 1932); y de ahí dimos un salto a la posguerra, cuando los muertos se alzaron al igual que los estudiantes parisinos, en la Night of the Living Dead (1968) de Romero. Hoy, para terminar, nos situamos cada vez más acá en el tiempo mientras arribamos al último vuelco del género.

III: LOS INFECTADOS
Pero no nos adelantemos. Primero, como quién dice, lo primero: el nuevo milenio. Lejos estaban las revueltas y el descontrol de fines de los sesentas, el comunismo soviético había caído pero el capitalismo seguía siendo una mierda y no quedaba otra que arremangarse y ponerse a laburar. Por otra parte, en nuestro país, los años de dictadura habían abierto las puertas a la profundización de la crisis social durante el festín neoliberal de los noventas. Pero como sabemos, con el fin de la ‘década perdida’ la cosa estaba a punto de ponerse picante.
Antes de ir a la primera película, vale la pena que nos detengamos en otro suceso de bastante importancia para este género: el comienzo de los videojuegos. En 1996 sale a la venta el primer Resident Evil, inaugurando una de las más prolíficas franquicias de terror hasta el día de hoy, que inspiraría películas, novelas y cómics, además de muchos juegos más. Si bien el estilo de no-muertos que representaba no distaba mucho del ya clásico para esa época, esta saga daría el puntapié inicial de una larga tradición de zombis en videojuegos, una parte crucial de su popularidad.
Ahora sí, películas: en el 2002 se estrena la inglesa 28 Days Later, dirigida por Danny Boyle (el mismo de Trainspotting y Slumdog Millionaire). La historia empieza con un joven que se despierta de un coma en un hospital; se encuentra solo, desorientado, dolorido, pero poco a poco va abriéndose paso en un mundo completamente nuevo para él. Con un poco de licencia poética, podemos decir que del mismo modo que la sociedad despertaba del sueño aletargado de la década neoliberal, Jim —el personaje principal— despierta en un mundo que les es ajeno y no puede sino preguntarse en qué momento se fue todo tan al carajo.
28 Days Later empieza con un clip en repetición, donde se muestran imágenes de guerra, tortura, represión, descontrol, destrozos, fuego, muerte, guerra otra vez. Inmediatamente podemos apreciar la sensación de aquellos tiempos turbulentos: “¿Qué pasó? ¿No era que el sueño americano había triunfado y se acabarían todos los conflictos?” Como siempre, no. Ni cerca. Para nosotros, esta primera escena remite inevitablemente al contexto local de aquel entonces, la crisis, el corralito, la represión, el desempleo. Pero también las protestas contra la Cumbre de las Américas en Quebec (donde se estaba tramitando el ALCA) y contra la reunión del G-8 en Génova, Italia; ambas protestas históricas, fuertemente reprimidas. No hay que olvidar que también por esos años, tras el atentado a las torres, la administración yanqui de Bush se lanzaba con todo motor a la guerra con Irak y Afganistán y el comienzo de la tan mentada “guerra contra el terrorismo”. Volviendo a la película, las imágenes iniciales ya anticipan lo que va a ser el ambiente de toda la película: un clima pesado, con tomas oscuras y planos cortos, diálogos secos contrastados con escenas violentas con música genial. Todo eso da una sensación de cercanía, como si fuésemos nosotros mismos detrás de la cámara, al tiempo que esa estética de humo y contraluces no nos deja duda alguna de que estamos viendo un mundo post-apocalíptico.
Si bien en las películas de Romero se insinuaba, en ésta, por primera vez, se hace explícito que el mundo entero está infectado. “Tengo malas noticias...”, le dice a Jim una de las primeras personas sanas con quienes se encuentra, y después de contarle su historia, termina su relato expresando el alcance total de la catástrofe: “el día antes de que la tevé y la radio dejaran de transmitir, había reportes de la infección en París y New York. No supimos nada más después de eso.” En 28 Days Later el enemigo ya no es el mismo que antes. Para empezar, a diferencia de las películas de Romero, acá sabemos desde el principio qué es lo que está pasando: hay una epidemia del virus de ‘rabia’, que se originó porque unos bienintencionados activistas liberaron de la prisión del laboratorio a unos monos que estaban infectados porque se los estaba usando para unos experimentos. Así les fue. Hay que notar que en esta película por primera vez los ‘zombis’ ya no son ‘no-muertos’, sino infectados, o sea que su condición se contagia como cualquier otra enfermedad: no hace falta la muerte o ni siquiera una mordida, alcanza con que una sola gota de su sangre entre en contacto con la tuya. Además, este nuevo estilo de zombi / infectado —que se va a imponer como paradigma a seguir por muchos relatos posteriores— poco tiene que ver con el antiguo modelo que anda lento y con las manos extendidas, gruñendo y buscando cerebros con ademanes torpes. Los zombis de 28DL son más bien bestias iracundas, que una vez que posaron su mirada penetrante de ojos sanguinolentos sobre alguien, lo perseguirán como un tigre a su presa, hasta matar o morir.
Esta película mantiene tan bien el espíritu del clásico de Romero que hasta llega a ser sorprendente. Al respecto es de notar cómo Selena, quién acompaña a Jim en esta historia, se parece al personaje de Ben en Night of the Living Dead. Ambos afroamericanos, de personalidad fuerte, decididos, entregados: un carácter duro preparado para cualquier cosa. (Para los que sigan The Walkind Dead, el personaje de Michonne sigue esta misma línea). En 28DL es Selena quién salva a Jim de la muerte en su primer encuentro con los infectados. Y lo vuelve a hacer unas cuantas veces más.
Las pocas escenas de zombis que hay son suficientemente fuertes para generar un impacto en cualquier espectador. Pero, como siempre, lo más interesante gira alrededor de las relaciones humanas, mostrándose a la vez de qué manera las cosas cambian cuando todo se vuelve supervivencia. Como siempre, ante los zombis, ya no importan el gobierno, el dinero, el ejército; todo parece perder su sentido. A lo largo de la película hay una oscilación entre una sensación de perdición y otra de salvación que no terminará de resolverse sino hasta las últimas escenas. Pero eso quedará para que el lector lo averigüe por su cuenta.

IV: LA HORDA
La última posta de este camino es la película World War Z (Guerra mundial Z), estrenada en 2013, basada en el libro homónimo de unos años atrás. Hay que aclarar que algo diferencia a esta película del resto de la lista: básicamente, es malísima. Brad Pitt es un ex investigador de la ONU que llevaba una cómoda vida suburbana. Tras salvarse de milagro del brote zombi en Nueva York es convocado a un portaviones de las Naciones Unidas para ser reclutado en la misión de buscar una cura. Desde el título de “guerra mundial” hasta el factor de los organismos internacionales, queda claro que la amenaza es pandémica, total: el zombi globalizado. Al igual que en 28DL, lo que transforma a las personas en bestias es el virus de la rabia, pero que no solo vuelve a las personas violentas y sedientas de sangre, sino que al parecer también aporta aptitudes de fuerza y velocidad superiores a las capacidades humanas.
Aunque fuera hace poco, vale la pena recordar. Cuando la película se estrenó, y desde hace algunos años antes, venían propagándose por el mundo una serie de movimientos multitudinarios. A estas ‘hordas’ de protestantes que se difundieron por el mundo por las más diversas causas e ideologías algunos les dieron el nombre genérico de “movimientos de las plazas”: la ocupación de la plaza Syntagma en Grecia, las erupciones de la ‘primavera árabe’ en distintos países, el movimiento 15-M de los “Indignados” españoles y sus réplicas en otras partes del mundo, el Occupy Wall Street también con sus propias reproducciones, el Euromaidan en Ucrania, etcétera. Si bien sería un poco tirado de los pelos enmarcar todos estos procesos en un gran y poderoso movimiento revolucionario mundial, no se puede negar que estos años fueron de una agitación particular en las más diversas partes del mundo.
Con sus frenéticas contorsiones y sus saltos por los aires, los zombis en World War Z son particularmente monstruosos. En efecto, si podemos ver a lo largo de la historia una tendencia creciente hacia la deshumanización de los zombis, desde los esclavos vudú de White Zombie, pasando por los muertos vivientes de Romero, hasta las bestias infectadas de 28 Days Later, esta progresión llega a la cúspide en la ‘horda’, la forma de World War Z. La película termina con escenas de personas en todas partes del mundo luchando contra los infectados en masa, con pilas de cuerpos de zombis siendo quemados, bombas y misiles arrojados sobre ciudades enteras para barrer la plaga. Nunca la amenaza es uno solo, siempre son grandes torrentes de infectados las que persiguen y devoran a los sobrevivientes. Ríos, montañas, hordas, plaga: cualquier cosa menos seres humanos.
No es casual el hecho de que, en la película, Jerusalén se haya salvado nada menos que por la construcción de un muro gigantesco alrededor de la ciudad. La deshumanización que se hace con los no-muertos tiene poco que envidiarle a la forma en que se trata a los grupos humanos ‘indeseables’ en nuestro tiempo. No es tan osado imaginar una película donde Israel es asediado por hordas de palestinos violentos e inhumanos, que  trepan las paredes buscando profanar la ciudad sagrada. Hordas de palestinos, hordas de indios, de negros, de villeros. Basta ponerles un nombre colectivo para subsumir a las personas en la horda, calificarlas como peligrosas, aniquilables[1]. Ya es difícil seguir la cuenta de la cantidad de casos que salieron a la luz el último año de policías yanquis matando jóvenes negros solo por ‘la pinta’. Acá es lo mismo, con gorrita en vez de capucha. No olvidemos los tremebundos “linchamientos” que no hace tanto fueron un tema en nuestro país.

Al final de la película (no me guardo de contarlo porque, de verdad, no vale la pena), Brad Pitt descubre que la mejor forma de enfrentar a los muertos es, paradójicamente, contagiándose con otra enfermedad. Al parecer, el virus de los muertos vivos detecta el padecimiento y prefiere buscar un huésped sano donde propagarse mejor: el malestar es un camuflaje. No sé qué moraleja extraer de eso, pero algo hay ahí. Más aún después de este viaje por la genealogía de los zombis, acompañado de algunos hitos y comentarios sobre la historia reciente. Creo que algo aprendí, espero que usted también. Entonces, a falta de imaginación propia, transcribo sin más las palabras finales del héroe bradpitteano de la Guerra Mundial Zeta:
“Si pueden pelear, peleen. Ayúdense el uno al otro. Estén preparados para lo que sea. Nuestra guerra apenas ha comenzado.



[1] Tomo esta palabra, así como bastante de la inspiración para el último apartado de esta nota, del ensayo del antropólogo Gastón Gordillo “La hora aniquilable”, publicado en su blog.